En este espacio pretendemos dar a conocer algunos alcances respecto al significado del juego, así como la descripción y la asociación con procesos psicológicos dentro de dinámicas en el que interviene una pelota, balón o como se denomine en las distintas latitudes del globo, así como la relación con nuestra exploración del mundo y tratar de entender lo que representa estar expuesto a este objeto.
Empecemos por el origen, el juego viene a ser aquella actividad y propósito que realizamos por puro placer y entretenimiento. El juego no solo posee cualidades lúdicas, si no que detrás de él se esconde una serie de procesos y contenidos propios del desarrollo cognitivo y social de los seres humanos.
Mediante el juego, conocemos a los amigos, creamos un espacio e institucionalizamos la recreación y el entretenimiento. Permite reunirnos, ya sea con padres, hermanos, primos, amigos o cualquier persona que quiera ser parte de esta actividad, en este espacio realizamos los primeros contactos interpersonales y socio-comunicativos, quizá no empleamos palabras durante los primeros años de vida; sin embargo, nuestro recurso expresivo es el conjunto de gestos y creaciones dentro del juego.
Posee también, una connotación de aprendizaje; a través del juego comprendemos los componentes que intervienen en nuestro mundo social, lo que implica tener un contacto físico y tangible con los diversos estímulos a los cuales nos exponemos. Entonces, se puede inferir que todo inicia como una actividad inocente que nos divierte, en el que desarrollamos intereses y también nos permite conocer el entorno.
En los primeros años de vida, el juego es un proceso fundamental dentro del conocimiento de lo que nos rodea, debido a la imposibilidad de expresar oraciones claras, el juego nos ofrece la posibilidad de manifestar conductas, productos de las emociones e impulsos del momento. Si bien, toda acción lúdica de manera concreta nos brinda información valiosa de cómo somos “juega y te diré quién eres”, las creaciones, modos de operar en un espacio lúdico nos pinta de cuerpo entero.
Pone a prueba nuestra fantasía e imaginación, permite modificar el juego, aumentar o reducir su contenido, podemos ser el súper héroe con los poderes más increíbles o cualquier personaje que se nos antoje en ese momento. La gran mayoría de nosotros, interpretamos a superman, a un piloto automovilístico o a un aviador de la manera más inocente, queremos asemejarnos a aquellos personajes que admiramos o con los nos sentimos identificados por sus diferentes actividades que realizan.
Si al juego aumentamos un balón, este nos proporciona datos muy importantes, respecto a patrones y características de la personalidad de los individuos. Cuando somos niños, de manera inconsciente nos inclinamos hacia cierto tipo de actividades lúdicas, sabemos que existen infinidad de ellas; solo por mencionar alguna, daremos cabida al juego con una pelota o balón, una práctica libre que puede ser realizada por niños o niñas, quizá por su forma esférica representa el mundo y su contenido.
En función a temas emocionales, Edith Ackermann, menciona la presencia de la dinámica de apego y desapego que tenemos cuando jugamos con un balón, “te tengo y te dejo ir, lo tomo, lo doy”, en cierta medida aprendemos que las cosas se van y regresan, en algunos otros casos no, estas nociones nos brindan la idea de la superación en caso de distanciamiento emocional con cualquier otro individuo.
Además, Edith Ackermann considera que todos los juegos orientados a domesticar el balón tienen como fin jugar en un terreno simbólico y muy seguro, es decir, por cuestiones adaptativas, tratamos de recrear espacios, puesto que por naturaleza los seres humanos siempre deseamos desenvolvernos en un escenario que nos proporcione seguridad y confianza para fortalecer nuestro auto concepto.
El balón se presenta como un medio en el que a partir del contacto con este, cambian nuestras expectativas, aficiones y modos de atisbar nuestro mundo. Durante la primera infancia, pateamos la pelota, aunque sin mucha dirección y precisión, el hecho de darle duro a la pelota y desprender cierta cantidad de energía, nos emociona, nos despierta el placer que produce jugar. No existe una diferenciación en sus cualidades, una pelota al ser pateada produce el mismo efecto de satisfacción y de disfrute en los niños, los cuales experimentan sus primeras manifestaciones psicomotrices.
No necesariamente el juego con una pelota puede estar relacionado a un deporte, se puede manifestar de una manera libre y espontánea en el que realizamos actividades lúdicas sin un propósito. Los convencionalismos, además de nuestros intereses, nos llevan a centrarnos en ciertos deportes.
Por ello, que esta libertad del juego no dura mucho, debido a que en determinado momento de nuestras vidas tenemos que definir el valor y destino que tomará este objeto esférico respecto a albergarlo dentro de un deporte donde la pelota es la materia prima. Algunos, eligen básquet, voley, tenis, pero muchos de nosotros optamos por posicionar a la pelota dentro del deporte rey, su majestar, el fútbol.