Hay muchas más mujeres maltratadas de lo que podemos creer, la violencia contra ellas no diferencia ni raza ni clases. Es un problema de salud pública que está presente en todos lados, un gran obstáculo para el desarrollo y una amenaza para la estabilidad de las familias.
Las Naciones Unidas definen la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia de género que resulte o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico, inclusive las amenazas de tales actos, la privación de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”.
Introducción
Generalmente se presenta primero la violencia psicológica, con una comunicación opresora con perversión del dominador que entra a la mente de la dominada, abre su confianza, influencia en ella programando o “lavando” su cerebro, obteniendo el control.
Si ella se resiste a su dominio, entonces desata la violencia física. El acoso moral o psicológico consiste en una relación más sexual que se puede dar en la calle o en el trabajo. Va más allá de los piropos, miradas, gestos, silbidos o frases agresivas que provoca en la mujer algo desagradable.
Cuando la mujer se encuentra en una relación de pareja y existe violencia, la unión se puede volver traumática; muy parecida al “Síndrome de Estocolmo”, en que la persona secuestrada acepta la actitud del secuestrador y poco a poco se identifica con sus ideas, durante y después de ser liberada.
Asimismo, aprende a no defenderse, al continuar en una relación de violencia es incapaz de ayudarse a sí misma debido al desgaste psicológico de vivir en violencia y humillación, indefensa y asustada cree que cualquier esfuerzo es inútil, perdiendo la esperanza de que cambie tal situación.
Mientras más severo es el agravio mayor es el impacto, acumulando daños a la salud física y mental, se pierde el interés en actividades que antes eran significativas. Ella, muestra un gran malestar al recordar el maltrato que puede persistir cuando este ha desaparecido, Su futuro es desolador. La víctima no se adapta a la vida normal, entra en depresión y ansiedad, originándose un estrés postraumático.
El machismo destructor
El varón patriarcal tradicional y protector dominante es quien se hace cargo de la familia, sin embargo ha sido desplazado en varios casos por el machista destructor, quien por satisfacer su propia hombría o masculinidad menosprecia a la mujer y daña a sus hijos. Se dice que empezó en Latinoamérica con la llegada de los conquistadores que maltrataban a las indígenas y las dejaban abandonadas con los hijos.
En el artículo “El origen de la violencia” publicado anteriormente en eMarket Perú, se demuestra que la violencia es mayormente aprendida. Por lo que es evidente que la cultura machista destructora es firme en sus ideas, actitudes de discriminación y desigualdad hacia la mujer, que según esta ideología, ella provoca el maltrato y violencia en el hombre, quien se siente invisible y con ausencia de reconocimiento.
Asimismo, las ideologías consagran los privilegios sexuales del hombre. A los niños y niñas se les enseña bajo el contexto de que existen diferencias entre ellos.
Es de escuchar a algunos padres decir que sus abuelas o madres les daban la presa más grande a los hombres y les servían primero, claro está el mejor plato de comida no era para las niñas. Ellas tenían que servir a los niños y al papá, hacer el trabajo doméstico para que ellos tengan tiempo de descansar y después vayan a la calle a estudiar o a trabajar para traer dinero y alimentos para la familia.
La igualdad del hombre con la mujer, para el destructor machista puede significar competencia desleal, la idea que la mujer ya no tiene que cuidar a los hijos y hacer el trabajo doméstico puede hacerle sentir estar arrinconado contra las cuerdas. El que ella tenga “vida propia” le parece inaudito, estrictamente desprecia a la mujer que para él merece el castigo hasta con daños y golpes.
El problema está en que el hombre conserva su idea de tener que imponerse para “controlar las cosas” con violencia, siendo la más brutal de todas el feminicidio. Solo en los últimos siete años, 921 mujeres peruanas han estado a punto de morir por esta causa. Del 2009 al 2016 Lima es la mayor ciudad con este tipo de casos, 570 víctimas, Arequipa con 120 y Junín con 103. Este año la cifra ascendió a 20 por mes. Espeluznante, y peor aun cuando los agresores están libres.
Entonces, la familia se vuelve machista o destructora, influenciada por la propia sociedad. Cuando llega cada bebe varón al mundo es empujado a mantener el estereotipo de ser “hombre fuerte nunca llora”, y a no transmitir emociones que demuestren debilidad.
Un futuro exitoso en lo profesional y económico, el jefe de familia que cuida a la mujer y a los hijos. De no lograrlo, cae y es relegado. Al querer recuperar o mantener en algo su hombría, somete a la mujer con violencia. Dejar o abandonar este tipo de comportamiento aprendido machista sería como revelar su inestabilidad, por lo que es muy difícil que lo abandone.
En algunos países como El Congo, India o Afganistán, todavía se practican actividades como la ablación, que es la mutilación genital femenina, específicamente el clítoris, para que la mujer no tenga placer sexual, razón por la que este año las Naciones Unidas se ha propuesto acabar con esta práctica el 2030, así como el matrimonio antes de los 18 años que es practicado en algunas partes del mundo. A pesar de esto, la sociedad en el mundo ha ido cambiando pero hay un camino largo por recorrer.
El ciclo de la violencia marital
Existe un ciclo de violencia marital divido en tres fases; la primera fase, el agresor acumula tensión y emite agresiones físicas y verbales leves, con cambios repentinos en el humor, mientras que la víctima trata de apartarse.
En la segunda fase se presenta el descontrol y la inestabilidad, y por lo tanto es más difícil manejarla; el abusador termina lastimando severamente a la víctima para darle una lección o convencerla de que no vuelva a comportarse de esa manera.
El arrepentimiento y la aceptación se dan en la tercera fase, se presenta un aparente equilibrio, el abusador se da cuenta que se ha excedido y pide perdón, se vuelve cariñoso y quiere recuperar el daño causado prometiendo no herirla jamás.
Ella quiere creer y la actitud del abusador la hace continuar, entrando ambos en lo que llamo yo, el ciclo de la escalera circular, donde el inicio se convierte en el final, el estímulo se vuelve respuesta y el refuerzo se vuelve estimulo, repitiéndose el ciclo una y otra vez.
Consecuencias en los hijos
Se han evidenciado mayor cantidad de hijos fallecidos, mayor cantidad de niños con diarrea. Niñas y niños sufren el miedo de ser víctimas de la barbarie, sobretodo en la sierra y selva de nuestro país se presenta la mayor cantidad de casos que no son registrados. Los niños que han sido testigos de violencia doméstica cuando llegan a ser varones son más propensos a abusar de sus esposas o novias.
Y las niñas que han presenciado este tipo de violencia pueden ser más propensas a buscar varones abusadores. El castigo físico infantil incluye palmadas, golpes quemaduras y hasta hundimiento en el agua. Ya en la adultez, el haber recibido golpes de los padres es asociado a la violencia con el cónyuge.
Consecuencias en la mujer
La falta de madurez en el inicio de la vida sexual temprana en la mujer provoca que se vuelva más vulnerable ante la violencia dentro del matrimonio o convivencia. Se evidencian golpes físicos y psicológicos que provocan más enfermedades en la mujer.
Además, más casos de embarazos terminaron en pérdida o con sangrados excesivos después del parto por lo que el embarazo es un problema para ellas. Las mujeres agredidas, pierden oportunidades laborales y casualmente las más agredidas son las mujeres que trabajan.
Muchas veces el abusador trata de culpar a la víctima para evitar responsabilidades, por lo que la víctima tiene que entender que el abuso no es su culpa. Un factor de riesgo es que la violencia aumenta cuando la mujer decide salir sola a visitar familiares y amigos y es menor cuando sale con el hombre, debido a que la conducta es realizada por ambos. Además, si la mujer se muda a otra vivienda o viaja, ella ya no contaría con la misma red de soporte para ser defendida aumentando la violencia contra ella.
El consumo del alcohol en la pareja también es un factor de violencia, aunque está demostrado que no todos los que toman o se drogan son abusadores. Es muy difícil para la mujer irse de la casa por presión familiar o social, vergüenza, problemas económicos, creencias religiosas o el cuidado de los niños. Si dejan al abusador, pueden terminar en la calle sin un techo para ella y sus hijos.
La igualdad de género
La mujer ahora sabe más que nunca lo que quiere, se hace más independiente, se interrelaciona, busca su identidad en un mundo que si no es sagaz puede confundirse en el individualismo negativo como aquel estereotipo de “la muy bonita” y también confundir al hombre patriarcal. La igualdad de género está en camino pero tiene que ser tratado con pinzas, no somos Europa ni USA.
Tal parece ser que estos cambios cuentan con un proceso duro y difícil. Demoler un sistema construido por elementos rígidos para dar a luz a uno nuevo y democrático, puede provocar más violencia contra las mujeres y a las familias, por el estrés que provoca en varones y la resistencia al cambio.
La falta de tolerancia a la frustración en los machistas destructores u hombres con algunos trastornos, así como mujeres dependientes emocionales, dificulta que se consoliden estos cambios.
Pero ¿cómo lograr igualdad si aún existen instituciones o sistemas como el mercado laboral, profesional, político, social o industrial que afianzan la desigualdad? Se seguirán con las marchas “ni una o ni uno menos”, en la que ambos entrarán a una batalla sin límites, desenfocándose del saludable intercambio de roles propios de una adecuada relación de géneros.
Conclusión
Sin embargo la educación de la mujer y su incursión cada vez más prometedora al mundo laboral, deducen que se está logrando familias democráticas y poniendo énfasis en debatir el machismo.
Los abusadores pueden aparentar ser fuertes en algunos aspectos pero también son débiles e incontrolables. Por lo que tiene que tener en cuenta que su abuso cometido es un error y hacerse responsables de sus actos rápidamente y buscar ayuda profesional.
Es necesario realizar más investigaciones sobre los conceptos autoritarios y de poder entre los miembros de la familia, la construcción de la masculinidad, el machismo destructor y las relaciones violentas al interior de las familias peruanas.
De tener conocimiento de algún tipo de violencia, denunciar el hecho y el debido seguimiento con las autoridades también serviría para comprometerse con el cambio.
Si desea denunciar algún maltrato contra la mujer puede comunicarse con el Ministerio http://www.mimp.gob.pe/ o a la central telefónica (01) 626-1600.